Alternativa de Difusión del Arte Peruano

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Artesania hecha a mano

Ayacuchanos son gran parte de nuestros artesanos

Artesanos son un interesante volumen en el cual han sido registrados algunos de ellos en el departamento de Ayacucho y la amplia gama de especialidades que desarrollan con la destreza ancestral de sus manos.
Tiene como objetivo dar a conocer la vastísima oferta de objetos confeccionados por las hábiles manos de los artesanos de ese departamento y, a pesar de su nombre, no sólo figuran allí las mujeres dedicadas a esas tareas, sino también los grupos familiares que constituyen conjuntos productivos cuyo concurso es fundamental para la economía de la región.
En el estilo ya conocido de los ceramistas de las pampas de Quinua están hechos los ángeles con sus canastas de la abundancia o sus charangos andinos, que no tienen los rostros seráficos habituales, sino los rasgos mestizos de la mayoría de la población peruana; las típicas iglesias con sus graciosos campanarios y sus adornadas cruces; los candelabros de erguida figura o modernos platos que recrean una pálida y estilizada Luna junto a un Sol que, con sus hirsutos rayos, despliega energía.
Las prendas con los bordados típicos del lugar, hechos con lanas e hilos de esplendorosos colores, resultan también un interesante rubro de la artesanía ayacuchana, pues con ellas no sólo se visten sus pobladores en los días festivos, sino que son apreciados souvenirs para los turistas.
Los candelabros y otros adornos de lata, material que trabajado con flores, soles, aves, arabescos y pintado de mil colores disimula su sencilla y primitiva apariencia, son otra especialidad de los artesanos ayacuchanos que se han convertido en valiosos accesorios de la decoración moderna.
Hay además figuras talladas en cuernos bovinos; sandalias de cuero repujado con las flores características del arte colonial; prendas de vestir diversas, como chalecos, chompas, ponchos y cinturones tejidos en lana de brillantes colores, en los que la finura de la trama se aúna a una exquisita combinación de matices; paisajes andinos pintados en vidrio y las alfombras y otros adornos de temas costumbristas hechos con piel de llama y alpaca.
Mención aparte merecen los famosos retablos en los que delicadas y coloridas figuras de papel y yeso, encerradas en cajitas de madera, nos van narrando hechos y situaciones de diversos temas. Hay en ellos procesiones, donde fieles de compungidos rostros siguen las andas de efigies de vírgenes y santos; celebraciones en que los concurrentes muestran claros síntomas de embriaguez y la alegría que los embarga; tiendas donde las vitrinas lucen sombreros y prendas típicas.
Destacan, asimismo, en esta variedad de trabajos artesanales las figuras elaboradas en Piedra de Huamanga, delicadas y frágiles, de una transparencia similar a la del alabastro y cuyos temas son muy variados. Hay vírgenes de hermosos rostros, nacimientos donde las pequeñas esculturas del Niño en el pesebre, sus padres, los magos visitantes y los animales que lo arroparon con su aliento reflejan el espíritu cristiano de la Navidad; surtidores de agua en miniatura; delfines gráciles que ensayan un salto al vacío; hipocampos que guardan en su forma los sinuosos movimientos de su desplazamiento por el fondo de los océanos.
Y los famosos tapices ayacuchanos tienen un lugar especial en esta oferta de arte ayacuchano hecho a mano. Están entre ellos los que muestran animales con formas geométricas y pies humanos; moscardones que, en lugar de su fea apariencia habitual, tienen los colores de las flores y las plantas sobre las que sobrevuelan serpientes bicéfalas; aves estilizadas; simples figuras geométricas.
En las creaciones de los artesanos ayacuchanos está reflejado todo lo que es nuestro mundo. Las técnicas de la antigüedad con los colores modernos sugeridos por los mercados europeos; los personajes andinos de los retablos con las flores coloniales; los milenarios diseños que adornan los tejidos preincaicos en bolsas y tapices de modernas formas; las pieles de llamas y alpacas, conocidos camélidos sudamericanos, en alfombras, cojines y pantuflas de novedosas formas, los bordados de formas europeas, con colores andinos, atrapados en tejidos modernos de algodón, lana y quizá fibra acrílica.
Riqueza incalculable de formas, matices, colores y materiales que debería convertirse en un importante rubro de exportación, porque esta extensa muestra de artesanía ayacuchana no es sino una minúscula muestra de lo que las privilegiadas manos de los creadores de arte popular peruano pueden ofrecer no sólo en el país sino, principalmente, en el extranjero.
Porque, quizá protestando inconscientemente contra una tecnología deshumanizadora que invade hasta nuestros pensamientos, contra una globalización que ha uniformado usos y costumbres, en el mundo entero hay una inmensa demanda de los objetos hechos a mano, que dan testimonio de una individualidad perdida.
La artesanía y el folclor son los mejores aliados del turismo, por eso, ambas actividades deberían contar con el apoyo prioritario de las autoridades del sector, como ocurre con la producción de otros países latinoamericanos, caso de Ecuador, Colombia y México, que llegan a los mercados de Estados Unidos y Europa.

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